Era su arcoíris después de la tormenta. Era su sol y su
luna.
Era el brillo de sus ojos castaños y era ese hoyuelo en sus labios cuando sonreía.
Era su ídolo en secreto, pero también era su amor en
silencio. Era belleza y ternura, era inteligencia y sabiduría. Era un nudo en
la garganta y a la vez un revoloteo de mil mariposas en su estómago.
Era como el abrazo de su madre, era como el susurro del
viento. Era como la protección de su extrañado padre, era como una mano que la
guiaba en el camino.
Y es que él era único para ella, él era miles de sensaciones
nuevas que jamás había sentido. Él era todo eso que le faltaba y que nunca
había tenido. Él era su luz en medio de tanta oscuridad y él era aquel muchacho
que solo con sus palabras, su sonrisa y su mirada logró sacar del laberinto de
espinas a aquella joven perdida.
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