Que en estas fiestas la magia de tu sonrisa inunde de
felicidad a los que te rodean.
Que las pequeñas cosas se conviertan en grandes actos llenos
de valor, bondad y afecto.
Que la magia de un abrazo no se pierda en estas fechas por
el orgullo interno y la fortaleza que creemos poseer.
Que el mayor regalo sea un simple y gran minuto en compañía
de los tuyos, de aquellos que te quieren, aquellos a los que añoras cuando
están lejos y que recibes con un cálido encuentro desde el corazón.
Que los regalos para nuestra gente no se conviertan en
simple papel de envolver o en unos cuantos billetes que repartir. Que sirvan para
agradecer la compañía de los nuestros y los actos que realizan por nosotros.
Que sirvan para dar las gracias por el mayor regalo que una persona te puede
ofrecer: su tiempo.
Y todo ello sin esperar nada a cambio, solo con la ilusión
de ver el brillo y la magia de la Navidad y del afecto en los ojos del otro.
Porque ese brillo melancólico, esos ojos iluminados y esa
sonrisa expresando alegría, son el mayor regalo de la Navidad.
Felices Fiestas