domingo, 19 de septiembre de 2010

... Nuevas Sensaciones...


Me miraba en el espejo, me sentía diferente, rara. Algo en mi había cambiado, una extraña sensación, un vuelco al estomago, una sonrisa inevitable, un irremediable cosquilleo. Pero lo más importante. Mientras me miraba en ese espejo, hacia caso omiso a mi reflejo. Mi pensamiento no se centraba en ver cuántos granos me habían salido desde la última semana, ni dudaba como cada mañana si mis labios eran o no perfectos. No me detenía en averiguar el color de mis hermosos ojos, entre marrón avellana y verde. No, nada de eso. Esta vez era diferente, mi mente no se centraba en mi reflejo, si no en su recuerdo. Me miraba al espejo y solo le veía a él. Si, él. No dejaba de pensar en su hermosura, en sus brazos cálidos apretándome fuerte, en sus besos, en su aroma, en esa sonrisa tierna que era imposible no derretirse ante ella. Demasiados síntomas en mí hacían que estuviera diferente a cada mañana. Trate de analizar qué era lo inhabitual en mi cuerpo.
Pensaba constantemente en él, en que estaría haciendo, si estaba pensando en mí en ese mismo momento. Recordaba la última noche a su lado, cálida y fría al mismo tiempo, con miedo pero segura entre sus brazos. No había hecho mucho por mí, pero había captado mi atención de una manera peculiar. Ese pequeño cosquilleo que sentía cada vez que su imagen o su último beso me venía a la cabeza, o; sin ir más lejos, el vuelco en el estomago que sentía nada más verle, esa sensación cuando me abrazaba que intentaba ocultar de todas las formas posibles. Aquel brillo tan especial y autentico en mis ojos que jamás había presenciado en mí. Esa sonrisa de tonta que nunca nadie me había visto. Pero… ¿Qué me pasaba? ¿Por qué estaba tan alelada?
Definitivamente todo encajaba. Si mis cálculos no me fallaban, estaba padeciendo una gran enfermedad. ¿Cuál? Muy sencillo. Me estaba enamorando.
Y que delicioso era enamorarse de esa maravillosa persona. ¿Yo? ¿Enamorarme? Imposible, tenía que haber alguna confusión. Pero no, no había confusión ninguna, era cierto.
Tras su personalidad dura y violenta había en él un chico tierno, dulce, cariñoso y comprensivo.
Con él me sentía a gusto, segura. Sentía algo especial a su lado, sus besos quizás insignificantes eran bombas de pasión para mí. No era perfecto, pero de una manera u otra me gustaba.
Sí, puede ser, estaba enferma, pero no quería recuperarme de esa enfermedad. Es más, por él seguiría enferma hasta la eternidad… Con esa gran enfermedad recorriéndome las venas: el amor.

martes, 7 de septiembre de 2010

...Amor a distancia...


En aquel momento, Eva se disponía a descansar de su larga jornada de trabajo. Quería desconectar un poco de todo su día rutinario; y como bien dicen, para desconectarse había que conectarse. Y así fue, Eva se conectó con su portátil. Tenía ganas de hablar, de charlar con sus contactos, pero sobre todo de hablar cibernéticamente con aquella persona.
Una persona que, no sabía cómo ni por qué, pero le hacía sentir algo. No le conocía de nada, era el chico misterioso para ella. Ni si quiera vivía en su misma ciudad y tampoco estaban cerca. Pero cada vez que Eva veía su nombre en la pantalla del portátil, el corazón le daba un vuelco, miles de cosquillas le subían por el estomago. Sin saber por qué notaba que aquel chico; que solo conocía de hacía unos días por chat, conectaba con ella, la hacia sentir especial, notaba un cierto “feeling” entre ellos.
Sus dulces palabras, su generosidad, su cariño… Jamás había conocido a alguien que fuera tan atento con ella, alguien que fuera capaz de luchar por una persona a la que quieres.
Así era él, el chico misterioso, que tenía a Eva enganchada al portátil. ¿Por qué? ¿Por qué su corazón latía mas deprisa al ver sus palabras en la pantalla o su nombre?
No quería enamorarse, no de nuevo, no quería volver a sufrir, pero algo la decía que aquel chico era diferente y en el fondo pensaba que lo mejor era arriesgarse.
Ya no creía en una relación a distancia, no tenía fuerzas para quererle estando tan lejos después de lo que había sufrido en su pasado. Pero él se las daba con su cariño, su apoyo y sus ganas de seguir luchando por Eva.
- ¿Por mi?- se preguntaba ella.- ¿Por qué lucha por mi? ¿Quién soy yo? ¿Qué tengo?
Para aquel chico misterioso (como ella lo llamaba), Eva era una chica fabulosa, muy parecida a él en gustos y demás. Guapa, amable, simpática, sincera, cariñosa, tierna, bondadosa… Con un corazón que no le cabía en el pecho. Todo lo que él pedía en una chica. No le importaba nada más que la ternura que su corazón guardaba.
Le hacía sentir a gusto consigo mismo, la transmitía confianza, amor… Era algo tan especial. Sentía que para él, ella era su “Alter ego” que siempre busco. Y ahora que estaba seguro que la había encontrado y que la quería; por muy precipitado que su cariño fuera, estaba dispuesto a darlo todo por ella.
A entregarle su amor y su corazón aunque la distancia se lo impediera plenamente. Estaba dispuesto a dejarlo todo para, dentro de unos meses, irse a vivir cerca de ella, y asi por fin todo sería más fácil.
Él realmente la quería, aunque ella no pudiera creerle ni mostrar tanto amor por su parte.
No podía, porque una vez alguien destrozó su corazón.
Él la comprendía, pero no estaba dispuesto a rendirse por eso. La demostraría, aun estando lejos, de las mil formas posibles, cuanto la quería y cuanto la necesitaba en su vida.
Eva podía tirarse horas y horas chateando con aquel chico misterioso, sin despegar sus finos dedos del teclado, embobada a la pantalla mirando su foto y pensando.
Sus sentimientos eran contradictorios. Sentía miedo, pero a la vez quería arriesgarse. Sentía odio porque pensaba que seguramente sería otro chico del montón, pero a la vez sentía amor hacia él.
Un cariño especial que la envolvía y hacía que pudiera sonreír todos los días.
Y ahí estaban los dos. Eva en su portátil tirada en la cama de su habitación, y él, él a mil kilómetros chateando con aquella chica preciosa desde su ordenador. Con un mismo deseo: poder hablar continuamente y soñar con su encuentro algún día.
Y así, día tras día, noche tras noche, la magia que sentían ambos demostrándose todo su cariño… eso, eso era inexplicable.

Fin