Un destello, como si de una luz
blanca se tratara. Y después una imagen, un suceso. Unos ojos que resultan
familiares. Una risa. Una risa muy particular y resplandeciente. Un paisaje
difuso en el que solo puede distinguirse colores. Globos de colores. ¿Una
fiesta? No, imposible, no hay mucha gente. Solo ella.
Otra vez ese destello, pero ahora
de luz dorada brillante, amarilla como el sol o quizá como el color de su pelo.
Abre los ojos. ¿Qué ha sido eso?
¿Estaba dormida? Quizá sí. Quizá no. Solo recuerda esa imagen. Esos globos de
colores inflándose y mecidos por ella. Aquello no ha sido un sueño. Quizá no
estaba dormida.
Tras tumbarse en la cama para
descansar y cerrar sus párpados pesados como el plomo, solo habían pasado cinco
escasos minutos. No había podido dormirse y tras aquel recuerdo era más difícil
intentarlo.
Quiere ver esa imagen de nuevo.
Recuerda bien esa risa y aún no ha olvidado el color azul como el mar de esos
ojos. Sonríe para sí. Sabe que quiere volver a cerrar los ojos y verla de
nuevo.
Otro destello. El sol desprende el
fatigado calor de primera hora de una tarde de verano. Silencio, un pesado
silencio interrumpido únicamente por el sonido del agua y el cantar de los pájaros.
Dos chicas toman el sol, aunque una de ellas bajo la sombrilla. Hablan de
muchas cosas. Ríen. Se sorprenden y se emocionan juntas. Secretos guardados por
la suave brisa del viento. Secretos guardados y sellados bajo aquella sombrilla
en una piscina que ha albergado tantos momentos. Una tarde de verano
inolvidable como tantas otras.
El destello blanco vuelve a
aparecer a la vez que sus ojos se abren lentamente. Pero esta vez es diferente.
Una lágrima recorre su mejilla directa a la comisura de sus labios a la vez que
sonríe.
Tumbada en la cama y con los
auriculares puestos, suena una de sus canciones preferidas. Bueno, al menos
antes le encantaba. Hacía mucho que no la escuchaba. Y aquel momento es ideal
para esa canción. Se concentra en la letra pero las lágrimas a veces la juegan
una mala pasada y luchan deseosas por salir de sus ojos verdes.
“Nunca pensé que llegaría…
Nunca creí en ese momento…”
Jamás pensaba que aquello
pasaría. Nunca creyó que las circunstancias tuvieran que cambiar tanto. Pero no
tenía elección. Tuvo que hacerlo. Tuvo que marcharse. Y es cierto, aquella
canción la describe, aquella canción es ideal para ambas.
La echa tanto de menos que
aquellos destellos seguidos de maravillosos recuerdos es lo único que consiguen
darla fuerzas cuando la añora tanto.
“Te cambia la vida
Sin que tengas nada para seguirla…
Te cambia y no piensas….
En lo que te olvidas.”
Ella sabía aquello que iba
a dejar atrás, sabía que ya no podría verla todos los días, a cualquier hora.
Sabía que ya no estaría a dos pasos, en aquella puerta que solo una columna
separaba. Pero tenía claro que siempre la llevaría en el corazón, en la memoria
y en todos aquellos recuerdos.
“Y te despiertas un buen día,
lo ves todo al revés…
Miras atrás ves tu camino,
el que hicieron tus pies…”
Miraba atrás y veía todas
las risas, los secretos, todas sus tonterías, aquellas que hacían juntas. Veía
un camino largo de amistad. Una amistad duradera que aún perdura.
Dicen que la distancia es el
olvido, pero a ella jamás podrá olvidarla. Da igual cuantos kilómetros las
separen. Gracias a ella aquellos años habían tenido un poco de luz entre tanta
oscuridad. Ella la hacía sonreír cuando solo tenía ganas de llorar. Ella la
animaba a seguir adelante aunque los problemas la acecharan. La sigue
encantando esa autoestima suya y esa sonrisa que contagiaba a cualquiera.
Y la canción continua
reproduciéndose en su móvil, mientras ella sigue pensando todos los grandes
recuerdos que un día guardó en su memoria. Recuerdos que recogen más de una
década de amistad. Momentos que desean revivir juntas y todo el tiempo que les
encantaría pasar la una con la otra. Como antes.
Pero aquel día tuvieron que
ser fuertes y renunciar a tantos abrazos juntas.
Aquel estribillo le forma un
nudo en la garganta que no puede evitar romper.
“Que cuando me vaya…
no caiga una lágrima por mí,
Que solo quede la amistad…
tantos sueños que recordar”
Y la canción termina con un
sabor a sal en sus mejillas de aquellas lágrimas que se han escapado
recordándola.
Ella. Preciosa, sonriente.
Carismática pero cariñosa. Con carácter pero bondadosa. La persona que siempre
ha estado a su lado, desde pequeña. Aquella que la abrió sus brazos el primer
día. Con el paso del tiempo sus empujoncitos la han ayudado siempre a caminar
sin mirar atrás.
Loca y divertida. Soñadora
como una niña, pero reconoce que esa es la parte que más le gusta de ella. Sus
ojos azules, su pelo dorado como el oro, su sonrisa sincera y pura, sus
achuchones que llegaban al alma. Su risa y sus lágrimas. Su alegría y su
enfado.
Porque solo así puede
describir a esa persona increíble, dulce, preciosa y que le ha transmitido día
a día tantas ganas de vivir.
Para ella es perfecta,
aunque siempre diga que no, aunque siempre le repitiera sus defectos.
Y recordándola, echa de
menos sus abrazos y su sonrisa. Tiene ganas de verla, de pasar miles de
momentos como aquellos a su lado. Porque solo ellas se entendían. Aquellas dos
amigas que jamás se olvidarán, unidas para siempre a pesar de la distancia por
una gran amistad.
Y así es ella. Es su pequeña
rubia. Es su pedacito de corazón que llevará consigo.
Pase lo que pase.
La quiere.
Por siempre.
"Cuando me vaya"- Melocos y Natalia