lunes, 15 de abril de 2013

...La vida y los sueños...

 Y es que como bien dicen, después de la tormenta siempre llega la calma, después de esas nubes grises que cubren el cielo, siempre aparece el sol por donde menos imaginas, en el momento que menos esperas.

¿Será verdad aquello que se dice? ¿Será cierto que cuando menos lo esperas, ocurre lo más inesperado y lo que más has deseado? ¿Será verdad que en algún momento de nuestra vida alguno de nuestros sueños se cumplen dejándonos asombrados?

La vida es como esa estación de trenes vieja del pueblo. Esos trenes que cada día y a cada hora arrancan y pasan a toda velocidad, dejando aquella vieja estación y pasando por ella una y otra vez. Esos trenes son la esencia de tu vida, son los momentos que la componen, son las experiencias que tienes o decides vivir.
Y muchas veces creemos que simplemente la vida pasa ante nosotros sin poder hacer nada, sin poder decidir nuestra propia suerte, confiando en que el destino es el que maneja nuestra felicidad y nuestras tristezas.

Siento deciros, pequeños lectores, que estamos muy equivocados. Podemos entrar en esa estación y sentarnos en el andén esperando que pasen esos trenes, escuchando el ruido que su alta velocidad provoca, esperando que alguno pare para intentar subirnos y dominar nuestro miedo.

O también podemos entrar a esa estación y ni siquiera esperar a que uno de los tantos trenes que frecuentan esas vías se pare. Simplemente, subirnos a él, incluso aunque esté en marcha, desechando el miedo a caer en las vías o que el tren se descarrile en el último minuto.

Porque la vida es como ese tren, en nuestra mano está decidir si subirnos a él o esperar sentados el momento adecuado.
Y es que el momento  adecuado no lo decide el destino, el contexto o las circunstancias. Tú mismo haces de ese momento que sea el adecuado, el propicio, el correcto…

Así es como nuestras decisiones definen nuestras experiencias, y como nuestras experiencias definen nuestra vida. En nuestra mano está coger ese tren con destino a un nuevo aprendizaje.

Un día alguien me enseñó que lo importante es coger tantos trenes como puedas, que lo importante es arriesgarse y tener experiencias para que nuestra vida corra y avance como esos trenes en la vieja estación, a toda velocidad pero con cuidado.

Por lo tanto, creo que si tenemos las respuestas a esas preguntas que tanto nos hacemos.

Nuestros sueños pueden cumplirse si luchamos por ellos, si los sembramos y los regamos con cariño y paciencia, si creemos día tras día en ellos, si no desistimos en nuestros intentos.
Porque cada pequeña acción y cada pequeño gesto cuenta. Incluso aquello que menos esperas, incluso aquello que crees que carece de importancia…, todo eso cuenta. Suma y sigue como un contador del tiempo.

Y así, poco a poco, algo que sembraste tan pequeño crece, crece sin que te des cuenta. Y cuando menos lo esperas, cuando ya lo creías todo perdido, cuando más abatida te encuentras por no ver progresos en esa semilla que una vez plantaste, entonces ocurre. Es entonces cuando ese pequeño sueño florece y crece. Crece hasta lo más alto, crece haciéndote feliz y regalándote una sonrisa dulce y llena de lágrimas de emoción a la vez.

Y ves en ese sueño toda una vida entera, ves en ese gran árbol que florece ante tus ojos todo el tiempo dedicado, todas las pequeñas acciones, los pequeños gestos y, sobre todo, el inmenso poder de las palabras.

Ves cumplir tu sueño después de tanta espera. Sonríes y te dices a ti misma que ha merecido la pena.
Porque como bien dicen; quien siembra recoge y quien recoge haya. O como otros dirían quien la sigue la consigue.

Yo he conseguido cumplir uno de mis grandes sueños. ¿A qué esperan para hacer realidad los suyos?