sábado, 11 de junio de 2011

...Su olor, te encanta...

Te encanta ese olor a goma de borrar recién comprada, solo el inspirarlo te produce escalofríos. Te encanta como huele la plastilina cuando la moldeas. Es increíble ese aroma a humedad cuando la lluvia cae sobre el suelo cálido después de un día de mucho calor.


Ese perfume a naturaleza con miles de especies de árboles. Te encanta ese olor a cloro cuando acabas de salir de la piscina, sí, porque te recuerda a todos los buenos momentos que has pasado en verano. Ese olor a pintura que a veces puede resultar desagradable pero te da una sensación de limpio y de nuevo que te encanta.


Te encanta cuando inspiras ese perfume que siempre te pones para oler bien. Olores agradables, olores desagradables. Desagradables como ese fuerte olor a pegamento cuando lo usas y crees que vas a desmayarte de respirar aquello. Pero en el fondo acabas riéndote y contentilla. ¿Que tendrá el olor a pegamento?


Pero hay una cosa que no cambiarias nunca, un olor que; si por ti fuera, te lo llevarías guardado en un frasco e intentarías conservarlo siempre para que no se perdiera. Un olor agradable. Miento. Mucho más que agradable. Magnifico, indescriptible. Un olor increíble.


Y ese olor es su aroma. Ese aroma que no puede compararse con ninguna otra. Ese olor a él que te encanta y a veces olvidas. Que si pudieras recordarlo siempre y sentir esos escalofríos que te daban al inspirarlo, lo harías.




Porque el único olor que realmente te encanta es el suyo, pues sabes las miles de corrientes eléctricas que te produce inspirar su aroma. Y deseas que pasen los días, que pasen las horas, los minutos, los segundos para verle de nuevo, acercarte a su cuello e impregnarte de su olor durante horas. Porque te encanta, su olor te encanta.

sábado, 4 de junio de 2011

... La doctora...

Su pelo mecido por el viento, dejando libertad a cada uno de los preciosos mechones rizados que daban a su cara un toque más natural. Esos preciosos cabellos que le habían enamorado una vez y que le dejaban hipnotizado cada vez que veía su foto.



Su postura firme pero segura ante la vida era aquello que más le gustaba de su forma de ser, lo que en cierta manera la hacía ser especial, única, ella misma, y eso era algo que no cambiaría por nadie.


Esos ojos grandes pero lindos al mismo tiempo, para él no eran solo dos simples ojos. Eran fuente de expresión y de alegría. Le transmitía tantas cosas, tanto sentimiento. Ese brillo tan peculiar que pareciera que la luna se hubiera colado en ellos. Con sus pestañas siempre altas y colocadas, como si jamás se movieran le daban ese toque de feminidad que encajaba perfectamente con su persona.


Sus pequeñitas orejas, quizás para otros algo sin importancia, pero a él le encantaba como le quedaba el pelo recogido en ellas.


Y si tuviera que quedarse con algo, está claro lo que sería. Se quedaría con su sonrisa. Si, esa sonrisa perfecta que hace que gires la cabeza para verla, esa sonrisa que te contagia y no puedes evitar sentirte feliz. Es tan bonito cuando sonríe… Es capaz de iluminar el mundo con ella. Le deja ensimismado cuando rie y deja ver sus pequeños dientecitos, su cara inocente, como si de una niña se tratara.


Incluso con su bata de trabajo está magnifica. El viento empuja su bata blanca de doctora hacía un lado, al igual que su precioso pelo moreno y rizado. Pero ella no se inmuta por ello, le gusta sentir como ese viento azota sus mejillas y sonríe por ello. Otra de sus sonrisas, es una debilidad para él, no puede evitar caer rendido ante su belleza.


“Y aquí estoy admirando el retrato de una doctora magnífica, preciosa, increíble, única… Una doctora que me cura día tras día de mi gran enfermedad. Y es que mi enfermedad no se cura si ella no está a mi lado. Aunque no creo que jamás me recupere porque sinceramente ¿el amor tiene cura? Mirándolo bien, prefiero estar enfermo para el resto de la vida, pues así seguiré enamorado de esa preciosa persona, de mi doctora."