Había una vez, en un reino muy lejano, una princesa encerrada en lo más alto de la más alta torre. Una malvada bruja la había encerrado hace poco y no podría salir hasta que un caballero apuesto lograra salvarla.
La princesa se pasaba todos los días esperando a que su apuesto caballero la salvara de aquella alta torre.
Mientras tanto pasaba los días cosiendo, tejiendo, leyendo, barriendo, etc.
Mientras tanto pasaba los días cosiendo, tejiendo, leyendo, barriendo, etc.
Para llegar hasta la torre había que atravesar primero un bosque lleno de misterios y que estaba siempre muy oscuro, después te encontrabas con un puente de madera que cruzaba un lago de lava. Más tarde había un gran y fiero dragón que habría que matar. Posteriormente llegabas a la torre, pero ésta estaba cubierta de
alambre con espino y antes de subir había que quitarlo.
alambre con espino y antes de subir había que quitarlo.
Todas estas pruebas había que superar para rescatar a aquella dulce y bella princesa.
Un gran día un apuesto caballero apareció por allí dispuesto a salvar a la princesa. Así que decidido atravesó el bosque enfrentándose con todo animal que se encontraba. Una vez terminó de cruzar el bosque, llego hasta el puente de lava. Pero aquel caballero cuando vio el puente que se movía un poco y estaba a punto de romperse, dijo:
- - Buah, yo no cruzo esto, puedo caerme y quemarme. Además ya estoy muy cansado de cruzar ese gran bosque, así que me voy.
Y aquel caballero se dio media vuelta.
Días después apareció otro apuesto caballero dispuesto a salvar a la princesa. Se puso muy contento al ver que ya habían pasado por el bosque y habían matado a todos los animales peligrosos que había allí. Así que lo cruzo sin problema y enseguida llegó al puente de lava. Con mucha valentía lo cruzó aunque le costó bastante esfuerzo que el puente no se rompiera. Cuando terminó de cruzarle se encontró con el gran dragón y dijo:
- - Uf -suspiró- ¿Ahora tengo que matar a ese dragón? Pues no me apetece, ya estoy muy cansado de cruzar el puente. Así que me voy.
Y el segundo caballero se fue.
Pasaron los días y apareció otro caballero muy apuesto y valiente. Se dio cuenta que el bosque estaba despejado y el puente estaba reforzado para poder pasar sin dificultad, asi que cayó en la cuenta de que alguien había estado allí. Muy contento y sin hacer nada llegó hasta el gran dragón, al cual mató sin ninguna dificultad. Pero cuando terminó y vio que aún tenía que subir la torre, dijo:
- - ¿Ahora hay que quitar el alambre de la torre? –suspiró- Pues va ser que no, que ya estoy muy cansado de matar a ese enorme dragón. Así que me voy.
Y así fue como aquel caballero se fue por donde vino, muy cansado.
Otro día otro apuesto caballero llegó dispuesto a salvar de una vez por todas a aquella princesa. Se alegró muchísimo al encontrarse todo despejado: el bosque, el puente reforzado y… ¡el dragón ya estaba muerto!
- - ¡Buah! Esto está tirado, si ya me han matado al dragón y todo. Por fin seré yo quien rescataré a la princesa.
Así que fue a su objetivo: la torre. Vio que estaba cubierta de alambre con espino y poco a poco fue quitándolo dando vueltas sobre la torre de tal manera que lo desenrolló fácilmente y lo dejó echo un ovillo al pie de la torre. Ahora solo tenía que escalar, pero:
- - Uf, ahora estoy realmente cansado. Ya he quitado todo el dichoso alambre, no tengo ganas de subir y escalar, además es muy alta la torre. Así que me voy.
Y aquel caballero se fue.
Pasaron dos días más y apareció un gran caballero, apuesto, fuerte y robusto, dispuesto a ser el salvador de su princesa y poder casarse con ella.
Cuando de repente vió que el bosque estaba despejado, el puente se encontraba reforzado para poder pasar, ¡el dragón estaba más que muerto!, y el alambre con espino de la torre estaba quitado y echo un ovillo al pie de ésta. Se llevó una gran alegría y muy orgulloso empezó a decir:
- - Pero esto es genial, solo tengo que subir y escalar esta gran torre y ya podré salvar a la princesa. Esto es pan comido.
Así que muy contento se dispuso a escalar. Y escaló y escaló hasta que por fín llego a la ventana y se coló. Muy cansado observó por todos los rincones de aquella habitación, pero… ¡la princesa no estaba!
- - ¿Dónde se ha metido la princesa?- pensó él.
Y es que queridos amigos, llegó un momento que la princesa se cansó tanto de esperar y esperar a que algún hombre tuviera el valor y la valentía de no cansarse y salvarla, que cogió un día y dijo:
- - Estoy harta de estar esperando a mi supuesto príncipe azul que me rescatará. Yo me voy de aquí a tomar unas cañas con mis amigas y que se cansen de esperar esos dichosos “príncipes azules”, que yo ya los he
es esperado bastante y además está claro que si son azules… ¡destiñen!
es esperado bastante y además está claro que si son azules… ¡destiñen!
Y así fue como la princesa, cansada de esperar, se largó de aquella torre para irse de copas con sus amigas.
Y colorín colorado esta historia se ha acabado.