martes, 8 de marzo de 2022

¿Por qué?

Ella, tan pequeña y asustada, llora desconsolada y se abraza a Mimi, su peluche preferido, el único que pudo coger cuando todo empezó. Llora y su madre la abraza con todas sus fuerzas intentando consolarla. No entiende que pasa, no sabe por qué no pueden estar en casa como siempre, comer todos juntos como cada día, ir a la escuela para ver a sus amigas que tanto echa de menos...

- ¿Cuando viene papá? - pregunta entre sollozos mirando a su madre y esperando que su respuesta aclare muchas de sus dudas.

- Pronto cariño, papa está de viaje, ¿recuerdas?


Ella alza la mirada como intentando recordar la última vez que vio a su padre. Estaban en casa y mientras estaba entre los brazos de su padre, él le decía que tenía que irse de viaje un tiempo, no sabía cuánto, pero que pronto estarían todos juntos de nuevo y la volvería a contar su cuento preferido todas las noches.

- Pero papi yo no quiero que te vayas, ¿cuando vas a volver? - preguntaba la pequeña Olena angustiada.

- Olena cariño, papa tiene que irse pero cuando menos te lo esperes volveré y te contaré tu cuento preferido como todas las noches antes de dormir. No llores mi vida, papa te quiere mucho – le susurraba su padre al oído mientras intentaba retener las lágrimas delante de su hija.

Olena recordaba su rabia y su tristeza y como lloraba sin que las palabras de su padre pudieran consolarla en ese momento. Recuerda el achuchón gigante que le dio mientras le pedía con todas sus fuerzas que no se fuera.



De repente un fuerte estruendo la asusta y la saca de sus recuerdos. Se abraza fuerte a su madre y a Mimi a la vez que intenta taparse los oídos. Quiere que se acaben esos ruidos, no sabe que son pero cada vez que los oye todo el mundo allí llora y a veces el suelo tiembla.

Tampoco le gusta el sitio donde están, no es como su casa. Desde allí no puede mirar por la ventana como lo hacía en su habitación. No hay ventanas, todo está oscuro y hace mucho frío. Su cama es un colchón en el suelo y cada vez tienen menos comida. Allí tienen que vivir con más personas que no conoce y aunque hay niños como ella, todos están asustados y lloran.

Ha escuchado a los adultos que están en guerra, pero no entiende muy bien que es eso. Ha escuchado a su mamá decirles a otras madres de allí que quieren huir hacia la frontera y coger uno de los autobuses para salir de allí cuanto antes.

Ella tiene miedo, no quiere irse. Si se van su papá no sabrá donde están cuando vuelva a casa y no sabe cómo pueden hablar con él. No quiere irse, pero tiene miedo. Quiere volver a casa, pero sabe que no pueden salir de allí. Quiere volver a ver a su profesora y sus amigos pero sabe que ahora no puede volver al colegio, quiere pasar las tardes con su mejor amiga, jugando en el patio de casa. Quiere que todo vuelva a la normalidad, que todo sea como antes.

¿Por qué están allí encerrados? ¿Por qué tienen que irse? No entiende nada.

¿Por qué papa no puede estar aquí conmigo? - piensa para si misma.


Su cara refleja un mar de dudas pero siempre la misma pregunta: ¿Por qué?
Refleja el miedo, la confusión y la incertidumbre de un día tras otro sin saber qué pasará.
El brillo en sus ojos llenos de lágrimas muestra su dolor y su tristeza.

Y después de un largo día en ese refugio, vuelve a llegar la noche con esos estruendos de fondo que tanto odia. Y cae rendida abrazada a su peluche y a su madre que le da calor y procura que no tenga frío. Abrazada a la esperanza de que al día siguiente todo acabe y vuelva a poder ver el sol brillar como antes.



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Este relato está escrito en honor a esas familias, y sobre todo a los niños y niñas que tienen que sufrir la guerra en su país en pleno siglo XXI. Ninguna guerra está justificada, eduquemos para el diálogo y no para la violencia. Eduquemos en la paz, la comprensión y la igualdad. Enseñemos a los más pequeños estos principios y valores para evitar más guerras y conflictos y que no tengan que sufrir y ver la violencia de ninguna manera.
Y termino dejando una cita de María Montessori (pedagoga italiana creadora del método Montessori) sobre este tema:

"Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia y la competencia es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz"
María Montessori

miércoles, 22 de abril de 2020

Tiempo

Y llegó el día en que el mundo nos frenó en seco, se paró y nosotros nos paramos con el mundo. Nos dio una bofetada de realidad enseñándonos el valor de tantas cosas... Nos enseñó la importancia de un abrazo o de un beso y aprendimos a valorar los encuentros, las reuniones, las visitas… Incluso aquellas que hacíamos obligados.

Nos enseñó a echar de menos una caricia, a echar de menos todo cuanto poseíamos incluso aquello que creíamos que no teníamos. Nos sirvió para acordarnos de nuestros mayores, pensar en lo que ellos vivieron y darnos cuenta de lo afortunados que somos. De acordarnos de los que no están y sonreír pensando que hubieran dicho de todo esto…

A algunos nos ayudó a disfrutar de los más pequeños y a otros a echarlos tanto de menos…De valorar realmente la compañía y entender que necesitamos disfrutarla porque solo tenemos una vida.

Llegó el día en que añorábamos un simple paseo entre la naturaleza, un día de lluvia sin paraguas o incluso un día de frío sin bufanda. Y día tras día ese parón nos enseñó a echar de menos nuestras rutinas, incluso los días estresados y aquellos que deseábamos que pasaran rápido. Las rutinarias comidas con los compañeros de trabajo, con nuestros familiares, con nuestros amigos… Todo aquello de lo que un día nos quejábamos, al otro ya lo añorábamos.

Nos enseñó que a veces las excusas nos llevan a perder el tiempo, cuando muchas veces nos excusamos de no tenerlo. Aprendimos a cuidarnos, a querernos, a dedicarnos un poco más a nosotros mismos y a los demás.

Y curiosamente, desde una ventana vimos el mundo desde otra perspectiva, nos solidarizamos con todo y con todos, nos emocionamos apoyando a todos aquellos que no desistían y luchaban por nosotros. Aprendimos a valorar el esfuerzo de muchas personas que antes ni si quiera hubiéramos imaginado, en lugar de mirarlos solo por su profesión o su formación. Muchos nos demostraron su sacrificio por los demás, su pasión, su fuerza, su paciencia, su lucha…

Quizás todo esto nos enseñó a no juzgar antes de conocer, a pensar un poco más en los demás, a empatizar, a dar sin recibir, a compartir, a sacrificarse, a cooperar todos juntos, a ser solidarios… Pero sobre todo a amar.

Nos quejábamos de no tenerlo y la vida nos lo regaló: tiempo. Tiempo para echar de menos, para pensar, para disfrutar, para estudiar, para formarse, para amar, para reír, para llorar, para parar… Tiempo para hacer todo aquello que queramos y que nunca antes habíamos podido hacer.

Algo tan insignificante y a la vez tan grande nos demostró que a veces es imprescindible parar, bajarse del tren a toda velocidad y contemplar el mundo desde otra perspectiva. Sin prisas, aprovechando las oportunidades. Pero sobre todo con tiempo.


miércoles, 21 de octubre de 2015

...Las dos puertas...

Dicen por ahí que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Y esto es cierto, pero para algunos cuando una puerta se cierra, les pilla con la pierna dentro como si alguien desde el otro lado tirara de su pie para permanecer dentro, como un niño tirado en el suelo tira del pantalón de su madre mientras llora y patalea para que le haga caso.

Esa puerta que se cierra es el pasado, para algunos muy oscuro, para otros doloroso o triste, otros sin embargo no saben cómo describirlo y solo quieren enterrarlo.

No todos cierran esa puerta, algunos ni siquiera la entornan, la dejan toda su vida de par en par sin importar que pase o que pasará, aunque ellos la ven desde lejos cerrada hasta con candado.
Otros dejan la puerta entornada como poniéndose una coraza, afirmándose ellos mismos que así está cerrada y nada malo puede pasarles. Pero al final, tarde o temprano, las puertas que no están cerradas completamente se abren de nuevo cuando menos lo esperamos.

Existen aquellos que están decididos a cerrar la puerta con llave, cerrojo y candado, tapando la mirilla para no poder ver nada ni mirar atrás. Pero cuando estas a punto de cerrar, cuando solo estas a un paso de olvidarte de tus problemas y olvidar el pasado para siempre, en ese momento alguien mete la mano y te agarra la camisa desde el otro lado de la puerta, te la agarra con fuerza y tu forcejeas para deshacerte de ella y poder cerrar la puerta. 


Y cuando crees que te has librado de esa mano, un pie se asoma por el lateral impidiéndote cerrar.

-     -   ¿Me tomas el pelo?- te preguntas enfadado - ¿Por qué no quieren que cierre esta puerta? Parecen olvidarse de lo feliz que estoy sin ella y que tengo otra puerta abierta que me espera en el otro lado y me recibe con los brazos abiertos.

Y por fin después de mucho luchar y empujar, consigues cerrarla y te apoyas contra la puerta cansado de tanto esfuerzo, recordando los malos momentos que dejas detrás de ti, el dolor, la oscuridad y todo lo que te ha hecho infeliz. Piensas lo afortunado que eres porque al fin nadie te impedirá ser feliz, porque has conseguido cerrar la puerta con llave y cerrojo y crees, por supuesto, que eso será más que suficiente para irte y entrar por aquella preciosa puerta que te espera abierta.


Y cuando estás a punto de entrar, de saborear la felicidad, de abrazar a quien te espera detrás de esa puerta, algo te arrastra del pie tan fuerte que logra tirarte al suelo, devolviéndote a aquella puerta que hace un momento creías haber cerrado para siempre y que ahora, está entre abierta y destrozada.

sábado, 27 de diciembre de 2014

...Sola bajo la tormenta...

Suspiros, resoplos. Suspiros y más suspiros.

Respirar hondo, cogiendo mucho aire y cerrando los ojos como concediéndote un minuto para pensar, para reorganizarlo todo en tu mente.

Quizás para, en esos minutos de relajación, sacar fuerzas de donde no las haya, buscar un ápice de paciencia guardado dentro de ti.

Y todo esto ocurre siempre… y al final todo se calma, y ese sol tan brillante escondido, sale tras la oscura tormenta.

Eso es lo que ocurría, siempre. Una y otra vez.

Ahora te encuentras con un contratiempo el cual no te sientes capaz de cambiar. Y es que la tormenta no termina, parece que nunca llega a su final. No se va, no desaparece, ni siquiera deslumbra un pequeño rayo de sol. Lo peor de todo, es que cada vez el cielo es más negro y cada vez llueve con más fuerza. A veces los relámpagos iluminan el cielo y las calles mojadas.

Ya no hay respiración lenta o relajada, ya no queda paciencia ni fuerza en tu interior. Y te das cuenta cada minuto que pasa que no va cambiar al menos por mucho tiempo. Todo eso se agotó, las reservas se terminaron no hace mucho tiempo en tu interior.

Y solo se te pasa una pregunta por la cabeza una y otra vez, “¿y ahora qué?”

¿Qué pasará? ¿Terminará la tormenta algún día? ¿Lograrás quizás poder volver a ver el sol? ¿Cuál es la solución? ¿Qué es lo que tienes que hacer?

A veces te apetece seguir ahí parada bajo la lluvia en la oscura y fría noche sin pensar en nada. Otras veces te apetece correr y correr todo lo que tus piernas te permitan hacia ningún lugar, mientras tus lágrimas se unen en una sola a la luz de los tenebrosos relámpagos.


Y cuando intentas buscar una solución a tus problemas y resguardarte de la fría lluvia, nada encaja de nuevo y todo se vuelve a desmoronar bajo tus pies.

Acabas llegando una y otra vez a  la misma conclusión cada noche.

Y es que solo te queda esperar. Esperar y esperar para ver qué sucederá al día siguiente con esa tormenta que parece no tener un final.

lunes, 13 de octubre de 2014

...La vía del tren...

Cierra los ojos, respira todo lo fuerte que sus pulmones la dejan. Siente esa mano en el pecho que la ayuda a calmar su llanto. Mientras las últimas lágrimas de aquella noche caen por sus sonrosadas mejillas, siente su voz y sus palabras susurrándola al oído. Siente el calor de su cuerpo estrechándola contra el suyo.

Siente, sueña despierta, cierra los ojos e imagina. Aquellas palabras la ayudan a imaginarse cualquier cosa en su mente, por difícil que resulte.

Un día soleado y caluroso. A sus pies una antigua vía de tren. A sus espaldas una barrera cerrada y una fila inmensa e infinita de coches esperando a ser abierta. Al frente un paraíso lleno de felicidad, diversión y todo tipo de lujos la esperan. Miles de personas la gritan que cruce de una vez por todas. La animan a vivir en aquel lado de la vía de tren. Mira a sus espaldas y allí está todo lo que ha vivido.
Sus miedos corriendo como locos, su dolor autodestruyéndose, su tristeza ahogándose en su propio llanto, su autoestima llorando por los suelos y otros miles de personas señalándola con el dedo mientras se ríen sin parar de aquella muchacha que oye sus dolorosos insultos como cada día de su triste vida.

Mira a su derecha y oye el sonido lejano de un tren que se acerca a toda velocidad. Después de tanto tiempo de pie ante aquella vía, por fin ha llegado la hora, por fin oye aquel sonido locomotor que la hace sonreír y a la vez sus miedos tiran de ella haciéndola retroceder.

-    -   No lo hagas, no puedes hacerlo. No te engañes, tú y yo sabemos que nunca lo conseguirás. Esto no es para ti, esa vía es demasiado grande para saltarla, ni siquiera para cruzarla. Con lo torpe que eres te caerás y volverás otra vez a donde estas, a donde has estado siempre con la gente que ya conoces – intenta convencerla su miedo mientras tira de su pierna.

-        -  ¿Qué gente? Dime, ¿esa gente que está ahí atrás y que se han burlado toda la vida de mi? ¿Esa gente que lo único que sabe hacer es poner la zancadilla y señalar con el dedo a los que no somos como ellos? ¿De verdad crees que quiero esa vida? Ni en sueños – grita ella furiosa e intentando zafarse de su miedo.

-       -   Ellos te quieren, se comportan así porque te quieren. Ellos te hacen ver la realidad diciéndote lo que ven en ti. No como aquellos estúpidos de en frente que te engañan diciéndote que eres guapísima y maravillosa. ¡Vamos!, ¿de verdad les vas a creer? ¿No te das cuenta que no eres guapa, ni inteligente, ni hermosa? ¿Acaso no te ves en el espejo para saber que es mentira? – le replica su miedo cada vez alzando más la voz – Mira tu autoestima, ¿la ves? – dice señalando a una sombra que se arrastra por el suelo - ¿de verdad crees que arrastrándose será capaz de cruzar contigo la vía con el tren tan cerca?

El ruido del tren cada vez más cercano hace que tenga que gritar más para callar a su miedo.

-    -  Dejame en paz. No te necesito ni a ti ni a esa autoestima destrozada. No necesito a esa gente que, según tu, me dice la verdad. ¡Porque la verdad está en mi misma y en lo que yo vea, no en lo que esa panda de imbéciles me diga! No soy tan torpe cómo crees, puedo conseguir muchas cosas, pues ya lo he demostrado. Y quizás no será nada fácil y puede que me caiga mientras cruzo hacia el otro lado, pero no tengo ninguna intención de rendirme y volver atrás. Y si me caigo como tú dices, me levantaré aun con las rodillas sangradas, aun con el cuerpo magullado, una y otra vez. Puedo alcanzar cualquier meta que me proponga y por supuesto esta no iba a ser menos.

-     - No puedes hacerlo, tú lo sabes. No puedes. No puedes. No cruces, no lo hagas, te caerás, lloraras, sufrirás….

-       -   ¡No sufriré más de lo que ya he sufrido! – grita ella con todas sus fuerzas.

Mientras tanto la fila de coches escuchan atentos la conversación y algunos se animan a transmitirle a aquella dulce muchacha todo su apoyo.

-      -   ¡Tu puedes! No hagas caso al miedo, no lleva razón. ¡Lucha por aquello que deseas!
-       -   ¡Si! Además si lo deseas con muchas fuerzas seguro que lo conseguirás. ¡Animo!

Ella sonríe mirando al frente, volviendo a ver a aquella gente que la anima a cruzar, que la elogia sin parar y la miran con dulzura y respeto.

-        -  Necesito cruzar, quiero hacerlo, me lo merezco. Yo quiero, yo puedo… - susurra con la cabeza baja.

-     - ¡¡¡Grítalo!!! – le grita un chico guapo y admirable desde el otro lado de la vía - ¡¡¡Créetelo, siéntelo!!! ¡Tú puedes!

Aquella muchacha sonríe y llora de felicidad a la vez. Mira al cielo, respira hondo y prepara su mente para esa dura carrera que la espera. Vuelve la cabeza hacia la derecha y ve que el tren está cada vez más cerca de ella. Tiene miedo y un mohín de preocupación dibujado en su cara lo demuestra. Pero sabe que tiene que hacerlo, que quiere y lo más importante, que puede hacerlo.

Así que con ese último pensamiento y echando un último vistazo hacia atrás, a su miedo, a su autoestima, a su dolor, a los insultos que flotan en el aire y a toda aquella gente riendo; se decide a cruzar por fin aquella vía de tren en el último momento, después de tanto tiempo. Ni antes ni después.

-    - ¡Es ahora o nunca! – grita aquel chico admirable que sigue animándola – ¡Este es tu momento! ¡Cruza!

-       -  ¡ESTE ES MI MOMENTO!- chilla ella con todas las fuerzas que acaba de sacar de no sabe dónde.

Y con aquellas últimas palabras de ánimo de ese precioso joven que tiene los brazos abiertos esperándola y el tren a escasos metros de ella, por fin se decide a cruzar aquella línea que la ha separado durante tanto tiempo de todo lo que había soñado siempre. Se decide a abandonar por fin aquel sufrimiento, aquella vida rastrera que llevaba a sus espaldas. Con aquel salto de valentía aquella muchacha acaba de tomar la decisión más importante de su vida, soltando la pesada mochila que llevaba siempre a sus espaldas.

Solo con fuerza, valor, seguridad, constancia y apoyo de los demás conseguirá llegar al otro lado de la vía y vivir, después de todo, como siempre ha deseado. En paz y feliz consigo misma.


Abre los ojos con fuerza y a su lado está él, el precioso joven del otro lado de la vía, mirándola con deseo, con amor y con dulzura como siempre lo ha hecho. Manteniendo aún su mano en el pecho de ella transmitiéndole fuerzas.

-       -  Es ahora o nunca – le susurra al oído con su cálida voz.

-        -   Lo sé. Este es mi momento – masculla en su oído para después cerrar aquella promesa con un fuerte beso, lleno de esperanza, coraje y valentía.

Separan sus bocas mientras se miran fijamente a los ojos y se pierden con la mirada durante unos segundos que parecen minutos. Se gritan, se abrazan y se besan solo con sus miradas ardientes. Y a pesar de estar a oscuras se ven. Él la ve a ella, hermosa y reluciente como nunca. Ella le ve a él, precioso, joven y admirable, pero además por fin puede verse a ella misma como jamás lo había hecho, bella, guerrera, valiente y afortunada. Y solo hay dos palabras que describen los sentimientos de ambos. Solo dos palabras que salen al unísono de sus labios susurrando en la oscuridad de la noche.



-       -  Te amo.


viernes, 13 de junio de 2014

...Era...


Era su arcoíris después de la tormenta. Era su sol y su luna. 
Era el brillo de sus ojos castaños y era ese hoyuelo  en sus labios cuando sonreía.

Era su ídolo en secreto, pero también era su amor en silencio. Era belleza y ternura, era inteligencia y sabiduría. Era un nudo en la garganta y a la vez un revoloteo de mil mariposas en su estómago.

Era como el abrazo de su madre, era como el susurro del viento. Era como la protección de su extrañado padre, era como una mano que la guiaba en el camino.

Y es que él era único para ella, él era miles de sensaciones nuevas que jamás había sentido. Él era todo eso que le faltaba y que nunca había tenido. Él era su luz en medio de tanta oscuridad y él era aquel muchacho que solo con sus palabras, su sonrisa y su mirada logró sacar del laberinto de espinas a aquella joven perdida.

Tantas cosas era, que solo recuerda una cosa bien clara. Él era su sueño desde niña hecho por fin realidad.





domingo, 2 de marzo de 2014

...Recuerdos de su esencia...

Un destello, como si de una luz blanca se tratara. Y después una imagen, un suceso. Unos ojos que resultan familiares. Una risa. Una risa muy particular y resplandeciente. Un paisaje difuso en el que solo puede distinguirse colores. Globos de colores. ¿Una fiesta? No, imposible, no hay mucha gente. Solo ella.
Otra vez ese destello, pero ahora de luz dorada brillante, amarilla como el sol o quizá como el color de su pelo.

Abre los ojos. ¿Qué ha sido eso? ¿Estaba dormida? Quizá sí. Quizá no. Solo recuerda esa imagen. Esos globos de colores inflándose y mecidos por ella. Aquello no ha sido un sueño. Quizá no estaba dormida.
Tras tumbarse en la cama para descansar y cerrar sus párpados pesados como el plomo, solo habían pasado cinco escasos minutos. No había podido dormirse y tras aquel recuerdo era más difícil intentarlo.
Quiere ver esa imagen de nuevo. Recuerda bien esa risa y aún no ha olvidado el color azul como el mar de esos ojos. Sonríe para sí. Sabe que quiere volver a cerrar los ojos y verla de nuevo.

Otro destello. El sol desprende el fatigado calor de primera hora de una tarde de verano. Silencio, un pesado silencio interrumpido únicamente por el sonido del agua y el cantar de los pájaros. Dos chicas toman el sol, aunque una de ellas bajo la sombrilla. Hablan de muchas cosas. Ríen. Se sorprenden y se emocionan juntas. Secretos guardados por la suave brisa del viento. Secretos guardados y sellados bajo aquella sombrilla en una piscina que ha albergado tantos momentos. Una tarde de verano inolvidable como tantas otras.

El destello blanco vuelve a aparecer a la vez que sus ojos se abren lentamente. Pero esta vez es diferente. Una lágrima recorre su mejilla directa a la comisura de sus labios a la vez que sonríe.
Tumbada en la cama y con los auriculares puestos, suena una de sus canciones preferidas. Bueno, al menos antes le encantaba. Hacía mucho que no la escuchaba. Y aquel momento es ideal para esa canción. Se concentra en la letra pero las lágrimas a veces la juegan una mala pasada y luchan deseosas por salir de sus ojos verdes.

“Nunca pensé que llegaría…
Nunca creí en ese momento…”

Jamás pensaba que aquello pasaría. Nunca creyó que las circunstancias tuvieran que cambiar tanto. Pero no tenía elección. Tuvo que hacerlo. Tuvo que marcharse. Y es cierto, aquella canción la describe, aquella canción es ideal para ambas.
La echa tanto de menos que aquellos destellos seguidos de maravillosos recuerdos es lo único que consiguen darla fuerzas cuando la añora tanto.

“Te cambia la vida
Sin que tengas nada para seguirla…
Te cambia y no piensas….
En lo que te olvidas.”

Ella sabía aquello que iba a dejar atrás, sabía que ya no podría verla todos los días, a cualquier hora. Sabía que ya no estaría a dos pasos, en aquella puerta que solo una columna separaba. Pero tenía claro que siempre la llevaría en el corazón, en la memoria y en todos aquellos recuerdos.

“Y te despiertas un buen día,
lo ves todo al revés…
Miras atrás ves tu camino,
el que hicieron tus pies…”

Miraba atrás y veía todas las risas, los secretos, todas sus tonterías, aquellas que hacían juntas. Veía un camino largo de amistad. Una amistad duradera que aún perdura.

Dicen que la distancia es el olvido, pero a ella jamás podrá olvidarla. Da igual cuantos kilómetros las separen. Gracias a ella aquellos años habían tenido un poco de luz entre tanta oscuridad. Ella la hacía sonreír cuando solo tenía ganas de llorar. Ella la animaba a seguir adelante aunque los problemas la acecharan. La sigue encantando esa autoestima suya y esa sonrisa que contagiaba a cualquiera.

Y la canción continua reproduciéndose en su móvil, mientras ella sigue pensando todos los grandes recuerdos que un día guardó en su memoria. Recuerdos que recogen más de una década de amistad. Momentos que desean revivir juntas y todo el tiempo que les encantaría pasar la una con la otra. Como antes.

Pero aquel día tuvieron que ser fuertes y renunciar a tantos abrazos juntas.
Aquel estribillo le forma un nudo en la garganta que no puede evitar romper.

“Que cuando me vaya…
no caiga una lágrima por mí,
Que solo quede la amistad…
tantos sueños que recordar”

Y la canción termina con un sabor a sal en sus mejillas de aquellas lágrimas que se han escapado recordándola.

Ella. Preciosa, sonriente. Carismática pero cariñosa. Con carácter pero bondadosa. La persona que siempre ha estado a su lado, desde pequeña. Aquella que la abrió sus brazos el primer día. Con el paso del tiempo sus empujoncitos la han ayudado siempre a caminar sin mirar atrás.

Loca y divertida. Soñadora como una niña, pero reconoce que esa es la parte que más le gusta de ella. Sus ojos azules, su pelo dorado como el oro, su sonrisa sincera y pura, sus achuchones que llegaban al alma. Su risa y sus lágrimas. Su alegría y su enfado.

Porque solo así puede describir a esa persona increíble, dulce, preciosa y que le ha transmitido día a día tantas ganas de vivir.
Para ella es perfecta, aunque siempre diga que no, aunque siempre le repitiera sus defectos.

Y recordándola, echa de menos sus abrazos y su sonrisa. Tiene ganas de verla, de pasar miles de momentos como aquellos a su lado. Porque solo ellas se entendían. Aquellas dos amigas que jamás se olvidarán, unidas para siempre a pesar de la distancia por una gran amistad.

Y así es ella. Es su pequeña rubia. Es su pedacito de corazón que llevará consigo.
Pase lo que pase.
La quiere.
Por siempre.


"Cuando me vaya"- Melocos y Natalia