miércoles, 22 de abril de 2020

Tiempo

Y llegó el día en que el mundo nos frenó en seco, se paró y nosotros nos paramos con el mundo. Nos dio una bofetada de realidad enseñándonos el valor de tantas cosas... Nos enseñó la importancia de un abrazo o de un beso y aprendimos a valorar los encuentros, las reuniones, las visitas… Incluso aquellas que hacíamos obligados.

Nos enseñó a echar de menos una caricia, a echar de menos todo cuanto poseíamos incluso aquello que creíamos que no teníamos. Nos sirvió para acordarnos de nuestros mayores, pensar en lo que ellos vivieron y darnos cuenta de lo afortunados que somos. De acordarnos de los que no están y sonreír pensando que hubieran dicho de todo esto…

A algunos nos ayudó a disfrutar de los más pequeños y a otros a echarlos tanto de menos…De valorar realmente la compañía y entender que necesitamos disfrutarla porque solo tenemos una vida.

Llegó el día en que añorábamos un simple paseo entre la naturaleza, un día de lluvia sin paraguas o incluso un día de frío sin bufanda. Y día tras día ese parón nos enseñó a echar de menos nuestras rutinas, incluso los días estresados y aquellos que deseábamos que pasaran rápido. Las rutinarias comidas con los compañeros de trabajo, con nuestros familiares, con nuestros amigos… Todo aquello de lo que un día nos quejábamos, al otro ya lo añorábamos.

Nos enseñó que a veces las excusas nos llevan a perder el tiempo, cuando muchas veces nos excusamos de no tenerlo. Aprendimos a cuidarnos, a querernos, a dedicarnos un poco más a nosotros mismos y a los demás.

Y curiosamente, desde una ventana vimos el mundo desde otra perspectiva, nos solidarizamos con todo y con todos, nos emocionamos apoyando a todos aquellos que no desistían y luchaban por nosotros. Aprendimos a valorar el esfuerzo de muchas personas que antes ni si quiera hubiéramos imaginado, en lugar de mirarlos solo por su profesión o su formación. Muchos nos demostraron su sacrificio por los demás, su pasión, su fuerza, su paciencia, su lucha…

Quizás todo esto nos enseñó a no juzgar antes de conocer, a pensar un poco más en los demás, a empatizar, a dar sin recibir, a compartir, a sacrificarse, a cooperar todos juntos, a ser solidarios… Pero sobre todo a amar.

Nos quejábamos de no tenerlo y la vida nos lo regaló: tiempo. Tiempo para echar de menos, para pensar, para disfrutar, para estudiar, para formarse, para amar, para reír, para llorar, para parar… Tiempo para hacer todo aquello que queramos y que nunca antes habíamos podido hacer.

Algo tan insignificante y a la vez tan grande nos demostró que a veces es imprescindible parar, bajarse del tren a toda velocidad y contemplar el mundo desde otra perspectiva. Sin prisas, aprovechando las oportunidades. Pero sobre todo con tiempo.