Diario de una bulímica

Jamás olvidaré aquella tarde lluviosa de Abril, en la que cambió completamente mi vida. Podría decir que era una adolescente de 16 años normal y corriente, pero los médicos que me veían no decían lo mismo. Aquel día de Abril, mi madre me llevo arrastras al especialista en nutrición y consideró que lo mejor era ingresar en un centro.

Desde hacía unos meses, mi obsesión por la comida había aumentado de manera excesiva. Me sentía mal conmigo misma, odiaba mi cuerpo. Así que tomé una decisión que, por desgracia, me llevaría a acabar entre cuatro paredes; sola. Cada vez que a mi estómago llegaba un trozo de comida me sentía mal, culpable. El arrepentimiento de comer era tal, que me veía obligada a vomitarlo todo. Nadie sospechaba nada hasta que pudo notarse la delgadez severa en mi cuerpo.


Y ahora por desgracia estoy aquí, escribiendo desde este centro para bulímicas.