Sabes lo que tienes que hacer, sabes lo que tienes que decirle. Podrás ser fuerte, lo sabes. Pero lo que no sabes es lo que te dolerá pronunciar una simple palabra. Un simple “adiós”.
Pero ya está decidido. Esa tarde lo harás.
Y entonces llega la hora. Ahí está él. Tan guapo y dulce como siempre, con esa sonrisa que te enamora y ese brillo en los ojos que siempre te atraparon. Te acercas a él, fría, distante y nerviosa. Te repites a ti misma: “No puedo besarle, tengo que hablar con él, ya” Pero tu corazón te pide que te acerques y roces de nuevo esos labios por que en realidad es lo que más deseas. Cedes solo por esta vez y le besas apasionadamente, con añoro, con amor, se nota que es el último beso. Se nota en la pasión que desprende y en la fuerza del beso.
Y de repente, nada más separarte, aunque su sonrisa y sus lindos ojos te impidan pensar con claridad, hablas:
- Se acabó.
- ¿Cómo?
- Sí, se acabó. No podemos seguir así. Lo siento pero no podemos seguir viéndonos.
- Pero ¿por qué dices eso?
Y es cuando no sabes una respuesta clara que decirle. Pero en seguida tienes con que excusarte.
- Porque si.
- Eso no es una razón. Dime ¿qué te he hecho?
- Me haces daño, mucho daño.
- Pero ¿Cómo?
- Queriéndome. Me haces daño queriéndome y estando lejos. No puedo seguir añorándote todos los días de mi vida. No puedo seguir esperando miles de horas para volver a verte. No puedo soportar más veces tener que coger ese tren de regreso sin saber cuándo volveré a encontrarme contigo.
- Pero yo te quiero, me da igual lo que tenga que esperar para verte.
- Yo también te quiero. Pero esto no puede seguir así más tiempo. Lo siento.
Terminas de hablar a la misma vez que te dispones a irte por dónde has venido hace unos minutos, a punto de derramar una lágrima pero giras tu cabeza para que no te vea llorar. Para que te vea fuerte y segura con tu decisión. Aunque sabes que por dentro te mueres de ganar por abrazarle y besarle apasionadamente, decirle cuanto le quieres y todo lo que le has echado de menos.
Y cuando te dispones a dar un paso hacia adelante notas como una mano agarra tu hombro. Cierras los ojos y suspiras. Sabes que ahora te dirá algo que no quieres escuchar, pero en el fondo deseas escucharlo.
- No te vayas, por favor. Te necesito. No te imaginas lo que deseaba verte. Te quiero demasiado como para pensar que jamás volveré a estar a tu lado. Cada vez que vienes me das fuerza para sonreír con esa sonrisa preciosa tuya. Gracias a ti sigo adelante todos los días. No te vayas por favor. Te quiero.
Ahora tus lágrimas han empezado su camino y recorren lentamente tus mejillas. Alzas la cabeza al cielo y suspiras de nuevo. Tu corazón te grita que te des la vuelta, le mires a los ojos, le perdones y le digas cuanto le quieres tu también. Pero tu orgullo te impide hacerlo. Solamente consigues mirarle a los ojos, acariciarle la mejilla con una de tus manos mientras tus lágrimas siguen empapando tus ojos y le dices las últimas palabras que salen de tu corazón.
- Lo siento. Siempre te querré.

Caminas hacia delante, segura, firme por fuera pero derrotada por dentro y débil. Poco a poco le dejas atrás. Él confuso y tu también. Pero antes de alejarte más de él te giras lentamente y ves como aun permanece ahí parado mirándote. Le dedicas dos últimas palabras. Dos palabras que te duelen en el alma. Dos palabras que hacen que tus lágrimas se intensifiquen y te arrepientas aun más de lo que has hecho.
- Hasta siempre.
Te despiertas sobresaltada, empapada de sudor y con tus mejillas mojadas de las lágrimas. Todo ha sido un sueño. O mejor dicho una pesadilla. Siempre te habías propuesto conseguir lo que en un sueño habías conseguido. Eso es precisamente lo que quieres hacer en la realidad. Pero ahora es cuando ya no estás tan segura como antes. Ahora es cuando te repites una y otra vez que no podrás hacerlo.
No, no podrás. Porque el amor que sientes hacia él es mucho más grande que el sufrimiento que te provoca quererle. Aunque tu corazón se parta en dos cada día, aunque mil lágrimas sean derramadas cada mañana porque le añoras.
Sabes de sobra que no conseguirás las fuerzas suficientes para hacer tu sueño realidad.